lunes, 12 de julio de 2010

Poesía callejera

El día de hoy, nada que ver con mi estilo, pero por solicitud va dedicado a todas(os) aquellas(os) románticas(os) o realistas positivas(os) que encuentran en cada momento de la vida una chispa de alegría que congenia y armoniza como si se tratara de un pequeño poema ya escrito y que sólo está en la calle para ser leído por quien preste atención.
     Todo comienza en un lugar cómodo de tu habitación y notas que un antojo te invade, pero no es el antojo lo que te provoca placer, sino los recuerdos de tu primer avalancha de sabor durazno con esa persona especial; te decides a salir en busca de otro recuerdo y avanzas en la noche del lado del copiloto por el mismo camino que sueles tomar hacia tu nevería preferida, te das cuenta que todas las luces pasan tan rápido que apenas las notas pero algunas parecen reflectores y otras luciérnagas, ves como las plantas se movieran exactamente hacia donde te diriges y los sonidos se atenúan de una manera que comúnmente no lo hacen; todo parece como si estuviese ambientado para generar emociones que enaltezcan tu sentido del gusto.
     Por fin llegas, tomas asiento y comienzas a platicar, ríes, pruebas un poco de su helado, ríes más... pasan tantas cosas que quisieras llegar a escribirlas y que nunca se olvidaran. Todo se va tan rápido que ya estás de regreso en casa de nuevo; te alistas para descansar y vuelves a traer a la mente todo lo que disfrutaste. Aún recuerdas como olía la azucena que estaba en la mesa de la nevería y como las luces de los departamentos en el tercer piso del edificio de enfrente parecían como si quisieran decirte algo, pero lo que más recuerdas es esa grieta en la pared que parece no sé qué, pero le das forma de sonrisa. De verdad que pareciera como si se hubiera planeado para ser así.
     Ves caer las hojas del calendario y día tras día recuerdas algo nuevo, pero un día platicas conmigo, me cuentas, río y te digo que sólo es producto de la confusión emocional y predisposición ante un evento deseado, pero que a todos les pasa alguna vez y, patético o no, son memorias que nunca desaparecen porque por primera vez notaste que la "ambientación" natural de los espacios cumple mejor para ti que el proyecto de algún colega mío.