jueves, 26 de agosto de 2010

¿Qué pasaría si el amor no fuere suficiente?

Debo admitir que, a pesar de todo lo nosperante que pueda ser, el amor es una idea que sigue sorprendiéndome; en este momento, seguramente muchos infantes están comenzando a adquirir gusto por esa palabra, muchos jóvenes están sientiéndolo o mintiendo con ello, la mayoría de los adultos quizá sólo lo piensan y pareciera que para ellos el orgullo ya forma parte intrínseca del amor. Sé que es parte importante del hombre y la mujer, niño o niña, sentir que sienten amor, pero ¿por qué?
     La única pregunta -hasta ahora- no se refiere al porqué de la importancia de este sentimiento, sino al porqué del querer sentir sentirlo. Confieso que soy un pésimo juez; incluso teniendo conocimiento de las ideas, intenciones, conductas, hechos, faltas, personas, etcétera, jamás lograré dar fallo a favor o en contra porque el simple proceso me marea y las perspectivas y manejo del discurso pueden favorecer; peor cuando no conozco. Por esto es que, posiblemente, la ingenuidad me lleva a preguntar de nuevo: ¿por qué?
     Acaso ¿es Algo tan Maravilloso como Ofensivo por su Rareza?, ¿o será que sólo es tan soberbio que la provocación nos intriga? No pretendo contestar nada, sólo plantar curiosidad. Tal vez porque detrás de toda lógica todavía puede ser posible entrever el romanticismo que hace tiempo defendía con caballería pesada y que seguramente sigo defendiendo aunque con distinta armadura y que no me permite responder.
      Para ejemplificar mi punto anterior utilizaré la naturaleza de la soberbia. Muchos no apreciarán la soberbia; lo interesante en eso es el factor humano que imposibilita que cualquiera pueda acceder a ella, por lo mismo provoca intriga. No todos están preparados para alimentarla todos los días y cambiarla si se ensucia con su propia mierda (con el fin de detener las metáforas particulares, piensen en el símil de la soberbia como un bebé). Entonces, a muchos los volvería locos, a otros los volvería "idiotas", incluso para la mayoría sería la destrucción de su carisma y el camino generoso hacia la incoherencia. Aquel verdaderamente soberbio contempla desde lo alto de su subjetivismo y domestica con objetividad y rudeza a los demás. Es complicado estar disponible para los demás cuando se es soberbio.
     A lo que quiero llegar es que si la soberbia, que implica una complejidad virtuosa, ya me es tan rídicula e irrisoria no creo que algo pueda superar el gusto de tenerla y despreciarla, por eso me viene a la mente y después a este espacio: ¿qué pasaría si, por los antecedentes soberbios, el amor no fuere suficiente?. La pregunta no está formulada para implicar que ando en busca de o esperando que, simplemente quiero saber hasta qué punto, un sentimiento hipervalorado, puede probar que estoy equivocado respecto a las relaciones con otros. Sería una gloria comprender la faramalla -o amor- que todos idolatran; sería una gloria saberme perdedor...

sábado, 14 de agosto de 2010

La Idiotez es contagiosa

A manera de regaño y sin intención de ser cortés, ¡qué idiota es la gente! Con un tipo de pensamiento tan lineal que me encabrona porque no puedo tolerar que sólo puedan ver hasta donde su chingado campo de visión apunta. No se permiten apreciar la amplitud de las experiencias que nos rodean; en la escuela o en la casa, incluso en la calle con tan magníficas texturas, olores y colores, y diversidades.
     No puedo alcanzar a entender cómo es que pueden vivir tan alejados del entendimiento de las estructuras sociales o mentales o de cualquier tipo. Y, todavía, me encoleriza mucho más que los mismos estudiantes que están, supuestamente, para aprender y desafiar al mundo y a los paradigmas, se queden con ideas vagabundas y en un vaivén del cual no pueden salir. Incluso da pena el uso de su diccionario que abarca desde la C de cabrón hasta la G de güey; y lo que alego es tan claro como irrisorio que algunos pensarán que comprenden hasta la W de "wey". Qué no daría por encontrarme con más personas inteligentes, más seguido, o siquiera capaces de entender lo que se les dice.
     Además, y es lo peor, no saben que su grado de idiotez es inmenso. Entonces, cuando pretendo elucidar su realidad llamándolos "idiotas" se molestan quesque porque estoy siendo demasiado rudo y grosero. Lo que segundos después me cae en cuenta es preguntarles si es más grosero el que se los diga o el que lo sean. Sin embargo, lo impresionante de esto es que defienden con garra y mazo el estado en el que se encuentran, como si ése fuese el ideal del espécimen humano. Con un carajo, en estos momentos el sólo hecho de pensar en ellos me caga, a tal grado que mi lenguaje corporal habla por sí mismo con el detalle de una nariz arrugada por el hedor.
     Todo les pasa como si no sucediese nada; incluso si hubiese ausencia de hechos o palabras deberían prestar atención a cualquier estadio de la quimera. Al no darse cuenta de las situaciones se pierde conocimiento que quizá sea difícil de recrear en algún otro momento. Y luego alegan que por qué no se les presta atención o por qué no son considerados para tomar buenos puestos. ¿Por qué será?
     Todavía más molesto que al comienzo de escribir esto me pregunto, ¿acaso habrán perdido la capacidad de sorprenderse?, que no se dan cuenta de la magnitud de lo que se les dice. Habrá que analizarlo en la posteridad.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Convivencia o conveniencia?

"La hipocresía depende de la sociedad, sin la segunda seríamos libres de la primera y viceversa". Esta frase quizá no resume la convivencia en sociedad, pero sí define la manera en que muchas veces las personas están condicionadas en una relación. Claro, salvo la minoría que no se delimita por la admiración o la futura -total- dependencia del otro.
     Es demasiado primitiva la forma que tenemos para relacionarnos, sin embargo para mí eso lo hace demasiado interesante. Desde pequeños nuestra formación se da con nuestros familiares, más tarde, si seguimos un orden cronológico, nos encontramos con amigos y maestros, algunas veces con otros adultos como los amigos de nuestros padres o tíos. A partir de nuestra incursión en el mundo social buscamos la convivencia con personas de gustos u objetivos o ideales o sentimientos similares y así es incluso cuando comenzamos a trabajar en donde, además de los factores anteriores, queremos un ambiente acorde con nuestros valores y compromisos, pero además de eso supondría que tendríamos que juntarnos con aquellos de un intelecto más o menos parecido; pero ¿siempre pasa eso? Es una lástima que la respuesta sea no.
     Lo que yo he notado es que nos relacionamos con la necesidad hacia el otro, no con el otro, y de seguro así debe ser desde la otra parcela. Esa necesidad no necesariamente es una dependencia hacia lo ajeno, aunque parece ser que sí se refiere a no querer carecer de lo que nos otorgan ya sea un beneficio para hacer negocios, o un lugar en cualquier espacio o incluso el amor y cariño de los amigos y la familia. Tal vez parezca frío o descarado, pero desde algún punto de vista los sentimientos que se supone provienen de nuestro interior no sea tanto de esa manera, en tanto sí del exterior.
     Por ejemplo, una madre abraza, quiere, regaña, enseña, ayuda, prohíbe y un sin fin de verbos más (románticamente, son quienes llevan a cabo más verbos) a su hija o hijo; y sin esperar "nada" a cambio el infante retribuye de una u otra manera. Si lo analizamos desde el punto de vista aquí expuesto se puede decir que A (madre) realiza las acciones con la idea de provocar una renovación en B (hija o hijo), entonces si B compensa con amor una de las acciones, A generará un sentimiento. Por lo visto es algo que naturalmente sucede, pero sí leemos entre las líneas reales y álgidas: A no quiere carecer de -A necesita- ese afecto porque se "siente feo" no tenerlo o desconocerlo, por lo tanto continuará difundiendo un sentimiento o razón o material sin esperar retroalimentación inmediata, pero los seres humanos están condicionados a esperar una fracción, ya sea menor o mayor, de lo otorgado y en diferentes envases.
     Como dije, es frígido y desalmado, pero sí a ese grado tan puro como lo es el amor maternal se podría ver de tal manera, ¿qué tanto no sucede en un mundo competitivo, emocionante, seductor y bárbaro? De cualquier manera, la mayoría de las relaciones generan un sentir de seguridad; por ende las relaciones dependen de la in-seguridad, llámese espacio a ocupar. Los negocios así se encaminan, tú me das algo que no puedo tener por mí mismo y yo lo equilibro con algo que quieras; los amigos también, nos llevamos bien y demás, pero yo aprendo de ti, tú de mí y además te gusta mi hermana o mi carro o queremos ser socios, lo que sea sirve. ¡Curioso!... Entonces, sin más, finalizo con el título de este día: ¿convivencia o conveniencia?

martes, 3 de agosto de 2010

El protocolo excepcional

Diría, muy tenazmente, mi colega Karl Popper y utilizo un pronombre posesivo porque compartimos el saber que una teoría que no se puede refutar es en ese sentido una teoría débil; por tanto y haciendo referencia a lo que nos concierne, en este texto, no podemos estipular como necesaria la convivencia en sociedad, pero que ésta, encima de todo, deba ser pacífica. Si bien es lo único que creemos (léase como queremos) conocer (hasta ahora) eso no lo hace determinante, aunque sí obligatorio y dependiente por nuestra condición de seres sociales, no obstante nos han -y hemos- condenado ante este modo tan normativo al haber generado patrimonios que cada vez nos alejan más y más de la individualidad, tanto que en algunas situaciones no queda otra que transformar la colectividad.
     Desde esta ocurrencia, parece que el protocolo se mueve en una dirección la cual pretende la armonía interpersonal y quizá algunos dirían hasta la intrapersonal, pero esta armonía debió provenir de un caos que, aunque lo parece, no se ha extinguido sino que ha sido etiquetado y hasta subyugado por regímenes y acciones individuales, pero pensadas en la cofradía de utilidad y de vestigios corteses. Es penoso, desde mi entender, que las razones de un pensar egoísta hayan sido apartadas para dar cabida al respeto fausto, sin embargo se ha decidido por conveniencia, en ambos sentidos (pff...), que eso deba ser indicado como lo más refinado y apropiado.
     No estoy negando su "importancia" o afirmando su "nimiedad", sin embargo sí reniego la vanidad que conlleva la etiqueta y apelo la seguridad que aporta ante la imagen de un individuo educado. Empero, lo que ahora me alborota es no saber si denominarlo un mal necesario o bien innecesario puesto que el factor de empuje en el primer caso es la llave -aquella que abre, cierra y confina- de la convivencia social; es decir, la necesidad. Tanto que en el segundo, la falta de esa necesidad, quiero creer, genera bondades o maldades, pero sin las intenciones arbitrarias de un no-querer-carecer-de. Por eso comienzo revistiendo mis palabras con las ropas del falsacionismo, por eso y porque lo considero adecuado para probar ambos puntos.
     Como sea, la oscuridad de las normas protocolarias -y de muchas otras- dejarán de ser eficientes y cederán ante el poder de los referentes sencillos, pero complejos como las excepciones.