domingo, 11 de julio de 2010

Lo único constante es el cambio, ¡sí, cómo no!

A primera instancia pareciera que estamos inmersos en espacios que no nos permiten entrever qué es lo que hay más allá de las buenas ideas que enclaustran la manera en cómo percibimos el mundo y generamos nuevas aportaciones a las personas. Sin embargo, quiero darle cabida a las pocas razones que me ayudan a escribir día con día, empezando por el cambio "perenne".
     ¿Cuántos pueden decir que en realidad han cambiado? ¿Han, acaso, preguntado cómo eran y cómo son? Si hay algo que nos hace, en algún sentido, únicos es el hecho de que no nos es posible realmente ser capaces de acceder al cambio. La manera de conducirse de cada quien es propiamente de ese quien y eso no se modifica a pesar del paso del tiempo o de las situaciones para ser más preciso. Es decir, al abordar este tema por el concepto de la individualidad no queda duda que es imposible entablar un concepto lógico en sí, pues nadie está intuido por propia voluntad, sino por la congregación de elementos que nos conforman y que particularmente me encolerizan.
     A lo que quiero llegar es que no se puede evaluar cambio alguno cuando lo que en realidad se debería acatar es la evolución. Ambos conceptos aunque parecen tener el mismo viaje epistemológico difieren en campos de aceptación social, lo que termina por desmentir a ambos. En circunstancias específicas un infante empieza a conformarse por el constante acercamiento con los qué (ubicando a las personas como cosas), y ese niño no sólo acepta el camino que se ha forjado en él, sino que lo arraiga tanto en sí que en una edad adulta termina comportándose del mismo modo que lo hacía de pequeño. Los actos que poseía pueden ser fácilmente comparados y diferidos con los actuales, pero sin una evaluación profunda parece que el niño ha madurado y por tanto creer que ha cambiado, no obstante nada de eso sucede.
     Su evolución y la manera en cómo hemos configurado ese término nos hace pensar que el crecer implica una transformación total, cuando lo único que aporta es un punto de vista transformado y una relación con el exterior más ajena a lo que debería ser. Cualquier sujeto debe probar que es digno de ser fiel a lo que conoce y si eso que comprende es el hecho de ser cambiante, entonces ¿en realidad cambia por estar en constante "cambio" o simplemente se mantiene dentro del halo continuo de su propia condición?
     No quiero dar conclusión a este tema porque aún faltan cosas por mencionar, pero para cerrar el día de hoy debo rematar diciendo: la configuración de cada uno permanece, pero el diseño se modifica.